Sostengo que es más fácil y rápido cambiar tu vida desde afuera hacia adentro que desde adentro hacia afuera.

El pensamiento positivo funciona a mucha gente, sin dudas, pero el diálogo interior es errático y está plagado de flaqueos y zigzags.

El cambio desde afuera hacia adentro es un atajo para el crecimiento personal, como parte de un proceso en el cual las pequeñas victorias externas te van cambiando interiormente.

He visto a ejecutivos de tercera categoría, pese a una sólida formación, ascender al tope de su organización como consecuencia de ponerse en forma. No por ponerse en forma -que también cuenta-, sino porque ponerse en forma los llevó a cambiar el fondo.

Empezaron a cambiar hábitos malos (vida nocturna desenfrenada, por ejemplo) por hábitos buenos (vida deportiva), y, en ese proceso, la empresa advirtió el cambio y catapultó su potencial.

He visto a mujeres mejorar profundamente su autoestima, a partir de un cambio de estilo (corte y vestuario) que funcionó como un desencadenante. A propósito, ¿has notado cómo el tímido reportero Clark Kent se convierte en el intrépido Superman al cambiar de ropa?) Yo mismo, hasta mis 20 años avanzados , era un flacucho inseguro que me autopercibía como una gárgola, hasta que empecé a ejercitarme para superar una migraña crónica, y ocurrió, de paso, que mejoró mi autopercepción.

Conozco de pacientes depresivos y gente que sufre de otras enfermedades mentales cuyo tratamiento más efectivo es el running.

Sostengo que cuando te ejercitas, lo verdadera ganancia es lo que pasa por dentro. Lo que pasa por fuera es ya un valor agregado.

En fin, sostengo que cambiar por fuera es un atajo para cambiar por dentro.