Modelo narrativo W

:Narrativas Relevantes.

El modelo W para crear relatos corporativos

Los cultores de la crónica periodística, el género más literario del periodismo, cuidan con tanto esmero el principio como el fin de la historia que cuentan. 

La secuencia de la crónica se puede graficar como una uve doble o doble v (W), que sirve para armar una narrativa, sin importar el formato que adopte, desde un texto hasta un espectáculo, según se muestra en la imagen que acompaña este artículo y que explico a seguidas:

  1. La historia se inicia con un clímax, un arranque cautivador.
  2. El narrador alivia la tensión, aprovechando para contextualizar los hechos, aportar antecedentes, etc.
  3. Vuelve a tensar el relato, llevándolo a un alto nivel de interés.
  4. Como ningún lector resiste tanta carga por largo tiempo, el cronista descomprime nuevamente la tensión, ofreciendo información, datos, descripción, detalles, etc.
  5. Para un final impactante, levanta la historia, una vez más, hasta un máximo nivel de interés. Por último, libera al lector, ofreciéndole una emoción, un mensaje final, un desenlace o resolución de conflicto. 

El principio es la carnada que debe atrapar la atención del lector. El final, por su parte, debe ser perfecto, como la última estocada con que el torero remata una gran faena: un momento de intensidad con el que el narrador se asegura un espacio en la memoria del lector.

La característica principal del final es que cumple con el requisito fundamental del cierre de una pieza periodística: la esfericidad. Un relato periodístico debe ser una especie de esfera, un mundo cerrado en sí mismo al que nada le falta y nada le sobra, aconseja el profesor español Miguel Ángel Bastenier. El final debe ser relevante, interesante y concluyente. 

Como no las hay para el inicio, tampoco hay reglas inamovibles para el final, lo realmente imprescindible es que el lector sienta, al terminar la historia, que el narrador le dio lo que le prometió en la entrada.

 Un buen final debe ser satisfactorio emocionalmente e inspirar una reflexión profunda en el lector. Ese final, tan trabajado como el principio, es una gratificación al lector, una forma de gratitud del cronista por haberlo acompañado hasta el final de la historia.

El prosista y poeta británico, T. S. Elliot, premio Nobel de Literatura, decía que en su principio estaba su final y que el final es lo último que el lector recuerda: exactamente lo que también aconsejaba el laureado maestro y narrador dominicano Juan Bosch. 

No en vano, en un mundo más pedestre, donde todo se compra y se vende -el mercado-, cuando un evento cuenta con varios patrocinadores, los directores de mercadeo de cada una de las empresas auspiciadoras se disputan que su logo sea el primero o el último de la secuencia de logos que aparecerán en la publicidad del evento: es que el final es importante, tan importante como el principio. 

El presidente de una de las empresas que asesoro siempre cuida que sus presentaciones o sus discursos tengan un gran final, y, si no lo tienen en el primer borrador, lo pide expresamente: “Para que este perfecto, solo le falta el parampampán”. 

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