«Cómo el lenguaje del emisor y los valores del receptor influyen en la interpretación de los actos de violencia»
La oración «Isabel fue golpeada por Martín» generará menor empatía del público hacia Isabel y más justificación hacia Martín que la frase «Martín golpeó a Isabel». Por raro que parezca, la primera oración tiende a descargar de responsabilidad al perpetrador y a cargar más a la víctima ante los ojos del público.
En una cobertura periodística de violencia de género, por ejemplo, centrar la atención en el perpetrador generará mayor empatía hacia la víctima que si se dirigiera el foco hacia la persona abusada, por más paradójico que parezca. Por igual, inducir el protagonismo del conflicto hacia el criminal, a través de sutilezas del lenguaje, lo hará más culpable ante los ojos del público. Y lo contrario: enfocarse en la víctima la revictimizará («ella se lo buscó») y mitigará la atribución de culpa del victimario.
Grosso modo, estas son algunas de las sorprendentes conclusiones de un conjunto de estudios sobre percepción y actos criminales, cuyos resultados han sido publicados en Personality and Social Psychology Bulletin y reseñado en The New York Times, por los investigadores Laura Niemi, sicóloga de Harvard, y Liane Young, profesora de sicología en Boston College.
La serie de estudios con la participación de casi mil encuestados revela que la empatía y la atribución de culpa a las partes involucradas en un acto de violencia dependerá del conjunto de valores morales fundamentales del receptor. Si en la audiencia predominan los valores morales conservadores de obediencia, lealtad y pureza, este segmento se inclinará más a juzgar a la víctima y a mitigar la responsabilidad del criminal.
En cambio, si predominan los valores morales progresistas de protección y justicia, este público tenderá a empatizar más con la víctima y a atribuir más culpa al abusador.
Los valores conservadores o «vinculantes», como les llaman los sicólogos, tienen a reforzar el sentido de grupo, por eso promueven la obediencia (a la autoridad), lealtad (al clan, el partido, la iglesia) y pureza (sexual, de clase, etc.).
Los valores progresistas, liberales o «individualizantes», como les llaman los sicólogos, porque aplican a cualquier individuo, tienden a promover el cuidado de los demás y a prevenir las conductas injustas.
En todos los seres humanos se anidan ambos tipos de valores, aunque predominen en proporciones distintas en cada individuo. Esto es lo que explica que, como me ha tocado presenciar, sorprendido, una periodista argumente que detrás de casi cada caso de violencia contra otras mujeres, «cuando se escarba hondo», se encuentran actos de infidelidad a la pareja por parte de la víctima o una relación de la víctima con múltiples parejas.
Los autores de los estudios mencionados puntualizan que la empatía con la víctima o justificación del victimario no lo determina el género, preferencia política o religiosidad del receptor, sino los valores morales vinculantes o individualizantes que en él predominen.
No estoy 100% de acuerdo con esta aseveración. Creo que casi la totalidad de esas variables están conectadas, pero, para no disgregarme, regreso al discurso de los investigadores:
«Llevamos a cabo varios estudios, que incluyeron 994 participantes en la investigación», cuentan Niemi y Young. «En primer lugar, examinamos cómo los valores morales de la gente se relacionan con su tendencia a estigmatizar a las víctimas o a verlas como lesionadas. En uno de los estudios, proporcionamos descripciones mínimas de las víctimas de diversos delitos _violación, abuso, apuñalamiento y estrangulación – y preguntamos a los participantes que indicarán cuán ‘lesionadas’ o ‘contaminadas’ las consideraban».
«Como esperábamos, todos los participantes fueron más propensos a ver como ‘contaminadas’ las víctimas de crímenes sexuales que a las víctimas de crímenes no sexuales. También encontramos, sorprendentemente, que las personas que con más fuerza tenían arraigados los valores vinculantes eran quienes con más fuerza consideraban ‘contaminada’ a cualquier víctima, independientemente de la naturaleza del delito».»Por otra parte, mientras más ‘contaminada’ la gente vio a la víctima, menos la vio como ‘lesionada’. En todo momento, tuvimos en cuenta otras variables, pero siempre encontramos que eran los valores morales – los valores vinculantes, en particular, – y no la orientación política, el género o la religiosidad los que determinaron los resultados».
Como emisores de mensajes, no tenemos ningún control sobre los valores morales que predominen en las audiencias, pero ya vimos cómo su percepción puede ser influenciada por un manejo inteligente del lenguaje, dependiendo de sutilezas tales como el uso de la voz activa o la voz pasiva para estructurar nuestras oraciones o si hacemos del criminal el agente gramatical o el sujeto de la oración.
No nos confundamos: el quid del asunto es el conjunto de valores predominantes en la audiencia, pero del narrador depende a quién otorga el protagonismo cuando relata un acto de violencia callejera, doméstica o de género: mientras más protagonismo dé al perpetrador, más empatía generará hacia la víctima. Mientras más protagonismo dé a la víctima, más justificación generará hacia el delincuente.