Hasta este año, había sido inusual que actores de la vida pública dominicana pidieran disculpas a la sociedad o a otros interlocutores en la palestra.
En estos últimos dos meses, hemos visto desfilar pidiendo disculpas públicas al viceministro de Cultura y merenguero Bonny Cepeda; al senador del PRM por La Romana, doctor Iván Silva; al vocero del bloque de diputados del PLD, Gustavo Sánchez; al ministro Administrativo de la Presidencia y presidente del PRM, José Ignacio Paliza, y al ex procurador Jean Alain Rodríguez.
Con excepción de Paliza, ninguno ha sabido pedir correctamente una disculpa pública efectiva. Todos siguen un guión de autojustificación y desplazamiento en terceros de sus respectivas responsabilidades, o profundizan la ofensa que motivó la petición de disculpa o ponen de manifiesto la ausencia de sinceridad en la solicitud del perdón público.
En un embrollo en el que mezcló «todas las anteriores» se enlió Felucho Jiménez en 2017, cuando intentó recoger lo dicho en una referencia a la entonces vicepresidenta de la República, Margarita Cedeño de Fernández, referencia que la propia compañera de partido calificó de misógina y cavernaria, y hasta el usualmente templado ex presidente Leonel Fernández, en su condición de presidente del PLD, llamó la atención al entonces compañero político.
Pero la peor petición de disculpas públicas que yo haya visto jamás fue la que hizo Jean Alain Rodríguez _no la reciente, sino la de 2019 _, por su atropellante interpelación a la entonces jueza de la Suprema Corte de Justicia, Miriam Germán, cuando era evaluada por el Consejo Nacional de la Magistratura.
Rodríguez tuvo cinco minutos de intervención espantosa, de autojustificación, en los cuales mientras más avanzaba, más se hundía, tanto que hasta su compañero de partido, el entonces secretario general del PLD y presidente del Senado, Reinaldo Pared Pérez, consideró necesario tomar distancia de Rodríguez, en una secuencia de trinos que publicó más adelante.
Lo típico en estos malos actores es alegar que sus declaraciones fueron sacadas de contexto; que la sociedad, el otro o la otra lo malinterpretaron; que no quisieron significar lo que efectivamente dijeron, o agregar un pero o un si condicional que echa por tierra la presunta intención de obtener el perdón público.
Palabras más, palabras menos, este es el verbatim de quienes piden disculpas inadecuadamente:
- «Si a alguien ofendí, pido disculpas…» Es decir, no está convencido de que ofendió.
- «Si alguien se ofendió, pido disculpas» Una variante peor, porque atribuye la responsabilidad de ofenderse al ofendido.
- «Pido disculpas por esa malinterpretación de mis palabras.» O sea, el otro malinterpretó, la responsabilidad no es del emisor.
- » Les pido disculpas, pero…», y a seguidas viene cualquier autojustificación por la ofensa.
La verdad es que la mayoría de las personas no sabemos pedir disculpas, ni en la vida pública ni en la vida privada, ni en República Dominicana ni en el mundo, pero vale mucho la pena aprender cómo hacerlo, porque cada vez será más necesario, hasta en nuestro país, donde no ha habido tradición ni consecuencias por no hacerlo, distinto a lo que ocurre en otras sociedades que nos sirven de referencias culturales, políticas y de negocios.
De hecho, en el mundo dominicano de los negocios cuesta trabajo encontrar alguna experiencia de petición de disculpas que contar. Esforzándome, me llega a la memoria la rareza de aquella vez, en 2018, cuando el presidente del Grupo Mejía Alcalá, Raúl Rizik Yeb, tuvo que pedir disculpas, no solo para calmar la furia desatada en Twitter por una declaración que resultó hiriente para muchas mujeres en estos tiempos de hipersensibilidad social, sino para frenar las amenazas de boicot contra las marcas de su empresa.
En Estados Unidos, en cambio, no es raro que los hombres de negocios pidan disculpas públicas, porque, de lo contrario, una simple declaración desafortunada, para no hablar de un incorrección en sus actuaciones, puede derribar el precio de las acciones bursátiles y exponer a las compañías a masivos boicots contra sus productos y servicios.
La petición de disculpas es una forma de mitigar estos daños, de frenarlos, de revertirlos o de facilitar una fase de recuperación cuando pase el enojo de la gente. Sin embargo _hay que decirlo_, a veces los daños son tan monumentales que no hay petición de disculpas que los frenen, por bien diseñada que esté, como ocurrió con la develación de los casos de depredación sexual en serie cometidos por el productor de cine Harvey Weinsten que detonaron el movimiento Me Too.
Breve guía para pedir disculpas
En todas partes se incurren en los mismos errores al momento de pedir disculpas y hasta ese as de la palabra y de la gestión de la opinión pública que fue el presidente Bill Clinton se atascó llegado el momento de disculparse públicamente por su asunto con Mónica Lewinsky.
El ex mandatario estadounidense pidió disculpas públicas, pero esa petición no se consideró como tal porque no dijo textualmente la frasecita clave e imprescindible, si se quiere conseguir el perdón público en esa sociedad: «I am sorry». Y hasta que no la dijo explícitamente, la sociedad no consideró el mea culpa.
En cambio, una de las mejores peticiones de perdón que yo haya visto la hizo el entonces rey Juan Carlos, en 2012, cuando salió a la luz pública que andaba de cacería en África, mientras una terrible crisis económica azotaba a España. En ese episodio, el monarca se accidentó, hubo que operarlo de la cadera y, al salir del hospital, con rostro compungido enfrentó a las cámaras, y dijo: «Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir».
Otro más, cuando el magnate australiano dueño del más grande emporio de medios de comunicación en Gran Bretaña, Australia y Estados Unidos, Rupert Murdoch, pidió unas vehementes disculpas públicas al revelarse en 2011 que varios de sus medios en Gran Bretaña operaban como un tinglado de espionaje para conseguir noticias.
Después de resistir cuanto pudo, este hombre que quita y pone presidentes y primeros ministros, no tuvo de otra que publicar un anuncio a toda página en varios de sus medios, bajo un titular que de extremo a extremo desplegaba la frase mágica que la cultura sajona demanda para conceder el perdón: «We are sorry».
Murdoch, además, pidió disculpas directamente, en privado y personalmente, a algunas de las personas más perjudicadas por el espionaje de uno de sus periódicos, y sacó ese medio del mercado, definitivamente.
Para que una petición de disculpa funcione, en la vida pública y en la vida privada, tiene que tener ciertas características, como mínimo, según se ha podido demostrar: se piden las disculpas sin remilgos, con humildad, sin peros, sin autojustificaciones, sin explicaciones añadidas, sin autodefensas, sin intentar transferir a otros nuestra propia responsabilidad.
Mientras más breve sea la petición de disculpas, mejor. Y si la ofensa fue pública o frente a un grupo, como por ejemplo un chat, la disculpa debe ser pública o frente a ese grupo, de ser posible, pues puede dejar una espinita eso de que te agredan en público y se disculpen en privado.
Una acción, un gesto significativo de arrepentimiento, de que la ofensa no volverá a ocurrir y de que habrá un cambio en lo adelante es parte del ABC de la perfecta petición de disculpas.
Esta breve guía de petición de disculpas es útil para políticos, empresarios, amigos y parejas. Como consultor de comunicación y ser humano, doy fe y testimonio de que funciona en la mayoría de las situaciones en que se necesita resolver una crisis, conseguir el perdón y acelerar la reconciliación.
__________________
Para más contenidos sobre comunicación, innovación y marketing, conectemos a través de mis redes sociales TW, IG, FB y LN: @melvinpenaj