En el mundo de la política, a menudo se pretende descalificar a un candidato novel porque no tiene logros que exhibir, asociando esa carencia a la falta de méritos para ser elegido. Sin embargo, existe una perspectiva que merece ser considerada con seriedad: la capacidad de imaginar un futuro preferido.
Un candidato sin una lista de logros pasados puede ser considerado como un lienzo en blanco, en el que es posible escribir las promesas y sueños de un mañana mejor.
Las campañas políticas, en su esencia, son una invitación a imaginar y construir un futuro preferido. Son una oportunidad de plantar las semillas de cambio y crecimiento en el jardín de la sociedad. Un candidato sin pasado, tiene la libertad de proyectar una visión clara y audaz de lo que podría ser.
Este candidato sin realizaciones previas puede convertirse en un catalizador de inspiración. Su historia no está escrita en piedra, sino que se está escribiendo día a día. Es una narrativa que se teje con sueños, aspiraciones y un compromiso inquebrantable hacia un mañana mejor.
Más allá del lienzo en blanco que representa, este candidato también está exento de las sombras del pasado. No hay legado, pero tampoco mancha que pueda ser usado en su contra. Esto implica una ventaja significativa en un mundo donde los errores y fallos del pasado pueden ser utilizados como armas en una campaña.
El escepticismo respecto al candidato sin historial aconseja que sus palabras deban estar respaldadas por un compromiso genuino y un plan de acción realista. El potencial no es suficiente; se requiere una visión clara y un plan concreto para convertir esa visión en realidad.
En última instancia, el candidato sin realizaciones, pero con una visión sólida del futuro, nos recuerda que la política no se trata solo del pasado, sino del potencial inexplorado que yace en cada uno de nosotros. Es una invitación a creer en la capacidad de moldear y mejorar el mundo que compartimos.
Así, en vez de ver la falta de un historial como una debilidad, puede re-emarcarse como una oportunidad. La oportunidad de escribir una nueva narrativa, de romper con las limitaciones del pasado y de imaginar un futuro que verdaderamente refleje nuestros sueños y aspiraciones colectivas.
El relato global de la esperanza
A lo largo de la historia y a lo ancho del mundo, hemos visto candidatos en los cinco continentes que, a pesar de tener un historial limitado o ningún historial de realizaciones, han logrado crear narrativas seductoras y convincentes.
Sin ir demasiado lejos ni en tiempo ni en distancia, en Estados Unidos tenemos a Barack Obama, que en 2008 irrumpió inspirando no solo a su país, sino también al mundo. El entonces joven senador de Chicago tenía una experiencia política relativamente limitada. Sin embargo, su habilidad para inspirar y su visión de un cambio resonaron con muchos estadounidenses, lo que lo llevó a convertirse en el 44º presidente y el primer presidente negro de los Estados Unidos.
También está el caso de Justin Trudeau, en Canadá. Si bien es cierto que su padre fue un primer ministro histórico, Trudeau no tenía una amplia experiencia política antes de su elección como primer ministro en 2015. Su enfoque progresista y su carisma personal lo ayudaron a construir una narrativa de inclusión y cambio generacional.
Emmanuel Macron, al fundar su propio partido político, En Marche!, y al presentarse como candidato en las elecciones presidenciales de Francia en 2017, logró construir una narrativa fresca y atractiva que apeló a la necesidad de un cambio político en el país, y ganó las elecciones con un apabullante 66%, pese a que apenas había tenido dos años en la administración pública, como ministro de Economía.
Pedro Sánchez, en España, era un absoluto desconocido cuando fue elegido líder del PSOE, y, sin ninguna experiencia en la gestión pública o privada, logró convertirse en presidente del Gobierno de España, pocos años después, en 2018. Pero, el año siguiente, Pablo Iglesias, sin ninguna experiencia en la gestión pública o privada, y con un recorrido brevísimo en la política, casi llega a la presidencia de España.
En Sudáfrica, Mandela tenía una larga y notabilísima historia de activismo, ciertamente, pero no había ocupado ningún cargo público antes de convertirse en el primer presidente negro de Sudáfrica en 1994. Su historia de lucha por la justicia y la igualdad le permitió crear una narrativa poderosa que trascendió fronteras.
Jacinda Ardern se convirtió en primera ministra de Nueva Zelanda en 2017, sin ninguna experiencia y ni siquiera formación en la gestión pública. Aunque tenía experiencia política previa, su ascenso meteórico al liderazgo del Partido Laborista y su enfoque centrado en la empatía y la inclusión contribuyeron a la creación de una narrativa fuerte y convincente, y, a convertirse, finalmente, en una primer ministra histórica y un referente internacional en la gestión eficiente de grandes crisis.
En América Latina hemos presenciado el ascenso de líderes políticos que, a pesar de no contar con una notable trayectoria política o grandes logros previos en el ámbito público o privado, incluso ninguno, lograron acceder a la presidencia.
Ollanta Humala y Pedro Castillo, en Perú; Jimmy Morales y Alejandro Giammattei, en Guatemala; Nayib Bukele, en El Salvador; Hugo Chávez, en Venezuela; Rafael Correa y Daniel Noboa, en Ecuador, por solo mencionar algunos ejemplos que ilustran cómo la insatisfacción de los ciudadanos con el statu quo y la habilidad de estos políticos y outsiders para conectar con los electores han sido factores determinantes en sus victorias electorales.
En República Dominicana, en 1996, Leonel Fernández, un abogado que poco antes era un desconocido para el gran público, sin ejecutorias notables ni en el sector público ni privado, aunque con un notable bagaje intelectual, habilidades de comunicación y una larga militancia en el PLD, se alzó con la victoria en las elecciones presidenciales de ese año, luego de inspirar a los electores con un discurso de cambio.
El actual presidente dominicano, Luis Abinader, sin ningún logro conocido en el sector privado y sin ninguna experiencia en la función pública, en su segundo intento electoral ganó la presidencia, también con un discurso de cambio que puso fin a la hegemonía de 16 años de gobiernos del PLD.
Argumentario para un joven candidato
Hay varias objeciones que se podrían plantear respecto a un candidato sin realizaciones, como la falta de experiencia, el desconocimiento de la realidad política y administrativa o de otros temas gerenciales.
Igualmente, la falta de conexiones y apoyo político esenciales para lograr avances y negociar en el mundo político, como también es posible que los votantes tengan dificultades para creer en la consistencia y viabilidad de las propuestas del candidato.
Estas y otras objeciones pueden superarse con una comunicación efectiva, un plan de acción claro y la capacidad de demostrar un compromiso genuino con el bienestar público. Incluso se pueden convertir en puntos a favor del candidato mediante estrategias que resalten sus fortalezas y enfoques distintivos.
Su falta experiencia política, por ejemplo, también significa que no está atado a viejas formas de hacer las cosas, y puede abordar los problemas con una perspectiva fresca y sin prejuicios, buscando soluciones innovadoras.
Rodearse de un equipo experimentado y competente o de un cuerpo de asesores sólidos es otra forma de proyectar una respuesta a las inquietudes que pueda haber en torno candidato.
Su trayectoria académica y las historias que se planten acerca de su capacidad de liderazgo y toma de decisiones; sus capacidades para generar capital social, así como la conexión directamente con la comunidad, escuchando sus necesidades y construyendo apoyo desde la base, puede ser una muestra de un liderazgo auténtico y respaldado por las personas a las que servirá.
El escepticismo sobre la viabilidad de sus propuestas se responde con un programa de gobierno, la explicación detallada de las propuestas, respaldada por datos verificables y por la validación de expertos.
Pero el más importante, contundente y convincente de los argumentos, es que el candidato novel no ha irrumpido para perpetuar el estatus quo, sino, por el contrario, para desafiarlo y mejorar la forma en que se hace política. Su falta de ataduras le da la libertad de buscar soluciones audaces y efectivas para los desafíos de este tiempo.