Había pensado que estaba blindado. Que ni la robótica ni la Inteligencia Artificial podrían desplazarme del mercado profesional, porque mi oficio como consultor en comunicación y contador de historias profesional requiere una mezcla de creatividad, pensamiento crítico, manejo del idioma y algún que otro atributo intangible que solo se encuentra en los humanos. Solo los humanos son capaces de generar narrativas y sinergia para el trabajo a gran escala, y son esas capacidades las que les han permitido erigirse en la especie dominante de la naturaleza, según explica espléndidamente el historiador Yuval Noah Harari en varios de sus libros. Pero entonces llegaron más lejos la Inteligencia Artificial y el Aprendizaje Automático, y con esos nuevos horizontes llegaron también mis primeras alertas. Pero aún no me inquietaba, me seguía sintiendo firme en mis fortalezas. Luego leí noticias económicas redactadas por robots con tal calidad que era imposible diferenciarlas de las mismas noticias redactadas por reporteros profesionales especializados en economía. Y lo hacían más rápidamente, sin faltas de ortografía ni de sintaxis y sin los prejuicios propios de los seres humanos. Segunda alerta, pero todavía pensaba que había un componente de creatividad y de empatía insustituibles en mi trabajo. Entonces leí poesías escritas por robots, y ya sí se derribaron todas mis razones para sentirme seguro. Sigo creyendo en la capacidad de empatizar, de crear narrativas y en el trabajo colaborativo como fortalezas particulares de los humanos, pero eso no será por mucho tiempo. Ahora pienso que lo que realmente te ofrece posibilidades infinitas para mantenerte como un profesional relevante en el cambiante mundo de los negocios es la diversificación. La diversificación profesional es tu póliza para mantenerte como un creador de un valor social único en el mercado. Mientras más diversificado, más único. Un estadístico que baila ballet, por ejemplo. Es lo que llaman personalidad tipo T. La diversificación es, además, el mejor antídoto contra los prejuicios, el encasillamiento y las bajas barreras de entrada que tienen algunos oficios como la comunicación profesional.