:Narrativas Relevantes.

La izquierda, la mano invisible de Adam Smith

La fuerza de una metáfora, de una buena metáfora, de una bella metáfora, es ilimitada, atemporal y no pocas veces transciende a sus autores. En «La riqueza de las naciones», Adam Smith escribió que “la mano invisible” del mercado era un mecanismo efectivo para generar la prosperidad general, como un resultado colateral de la búsqueda de la prosperidad individual.

“No es de la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero de la que esperamos nuestra cena, sino de su preocupación por su propio interés”, escribía Smith en la famosa obra publicada hace más de 240 años.

Los defensores a ultranza del libre mercado se han aferrado a esa imagen para promover la mínima regulación posible para el mercado, porque este sería autosuficiente para regularse a sí mismo, y la autorregulación –interpretan- es la mejor opción para producir con eficiencia bienestar individual y colectivo.

Adrede se han olvidado de otras ideas que Smith defendía incluso con mayor vehemencia que “la mano invisible” del mercado. El llamado Padre de la Economía, por ejemplo, promovía los bajos beneficios empresariales y altos salarios para los obreros, porque lo contrario, decía, hace a las sociedades infelices y las conduce a la ruina.

Smith veía a los empresarios como “sospechosos habituales”. Escribió que rara vez una reunión de comerciantes de un mismo sector no culmina en una conspiración contra el bienestar común o en una estratagema para subir los precios, incluso cuando el propósito inicial de dicha reunión fuese la mera diversión.

Más, que había que coger con un grano de sal cualquier propuesta de ley que viniera de los hombres de negocios, porque siempre buscaban el beneficio propio en detrimento de la mayoría.

El filósofo y economista entendía que el modelo más conveniente para las sociedades era el de una economía mixta, donde una parte de las actividades económicas, las de interés público, las desarrollara el gobierno; y otra parte, las de interés privado, la desarrollarán los emprendedores.

Todo estas ideas de talante izquierdista están escritas en los libros de Smith, obras fundacionales de la llamada «ciencia lúgubre», pero solo se ha popularizado la metáfora de “la mano invisible”.

Los think tank conservadores, los medios de comunicación, las grandes firmas de lobby y todo un tinglado de influenciadores de derecha, entre ellos algunos Premio Nobel de Economía, han hecho posible que la mano invisible sea la única visible en el pensamiento del economista escocés.

Como se ve, hasta una disciplina académica árida y abstracta, como la economía, puede ser revestida de atractivo a través de la comunicación.

En el mundo corporativo, les digo, se necesitan más “frases como puños”, para que los mensajes dejen una marca en las audiencias.

Para que una idea impacte, se arraigue y expanda no basta con un buen contenido. Es necesario también una buena imagen, como “la mano invisible” de Adam Smith, quien, como se ha visto, pegaba fuerte tanto a la izquierda como a la derecha.

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